
Andrew J. Sodergren
Los debates sobre cómo se diferencian los sexos son perennemente populares entre las parejas románticas, los padres, los autores de autoayuda y los artistas. En estos contextos, las diferencias entre los sexos se suelen estereotipar, exagerar e incluso ridiculizar. Por el contrario, el discurso más serio de los científicos sociales ha hecho hincapié en que los sexos son muy parecidos, que las diferencias aparentes se deben en gran medida a influencias sociales y que la sociedad podría beneficiarse de programas de crianza y educación más neutrales en cuanto al género. Cuando añadimos a esta mezcla la reciente tendencia a considerar el “sexo” y el “género” como realidades separadas que pueden disociarse entre sí, es fácil ver cómo puede producirse una enorme confusión sobre la naturaleza y el propósito de haber sido creados hombre y mujer. Tal confusión es demasiado común hoy en día.
El objetivo de este capítulo es ofrecer una visión general de la psicología y la neurociencia de la diferencia sexual. Revisaré los hallazgos de las ciencias biológicas y sociales relevantes para este tema y me esforzaré por presentar los hallazgos científicos de forma justa y precisa, de la manera menos técnica posible. Mi reflexión sobre este tema se sitúa dentro de una visión católica de la persona humana y la sexualidad. En particular, tomo como punto de partida la verdad básica de que lo masculino y lo femenino constituyen dos formas de ser humano. Es decir, hay una naturaleza humana, creada por Dios, y varón y mujer son dos formas de tener y expresar esa única naturaleza. (Véase el capítulo 6 para una reflexión reflexión sobre la sexualidad humana, y la articulación filosófica ofrecida en el capítulo 1).
Este punto de partida tiene una serie de implicaciones para este capítulo. Para empezar, el hombre y la mujer están unidos en el plano de la naturaleza y, por tanto, compartirán muchas similitudes. De hecho, una miríada de fuerzas internas y externas (naturaleza y crianza, por simplificar demasiado) hacen que los sexos se parezcan cada vez más a lo largo de la vida. Al fin y al cabo, somos hermanos y hermanas de la misma familia humana.